A 5 kilómetros de Zaragoza, nos encontramos con otro de los cementerios cuya historia merece la pena conocer: el camposanto de Montañana Y también dejarse llevar por el encanto de la historia que encierran cada lápida, cada nicho, panteón o columbario. En todo caso, para conocer bien la historia de uno de estos mágicos lugares hay que retrotraerse al pasado. Como ya hemos afirmado en otros artículos, el siglo XIX fue caótico y, a la vez, clave, en cuanto al ordenamiento de cementerios… un ordenamiento tanto físico como legal y administrativo.
En el caso de Montañana, a pesar de plantearse una remodelación del lugar a principios de siglo XIX, no fue hasta 1875 cuando los vecinos del barrio y el alcalde decidieron elevar sus quejas por el penoso estado de abandono en que había caído el cementerio. Alegaban una insuficiencia de espacio para un núcleo poblacional que ostentaba ya 2.000 residentes censados. Aunque eso no era lo peor: se hallaba junto a la escuela y junto a tiendas de alimentos frescos… algo nada recomendable y que propiciaba una situación de insalubridad impropia hasta para la época.
Los técnicos del municipio refrendaron esta opinión, y durante décadas se prepararon planes que, uno tras otro, fueron desechándose. Mientras tanto, el cementerio continuaba deteriorándose y provocando problemas dada su situación. Ello lo atestigua la petición del médico de la población, que ante la situación pedía poder enterrar a los muertos en el cementerio de Torrero de Zaragoza. Este testimonio se completa con otros, como el realizado por el párroco de Montañana. En el documento que presenta, el sacerdote enumera los problemas que afectan al camposanto y, por tanto, a toda la barriada. La higiene y la salubridad cada vez se ven más afectadas, y las tumbas y andadores en un estado de abandono imposible revertir solo con el esfuerzo de los vecinos. Además, el documento señala que la falta de espacio se ha convertido en un problema prioritario.
Tras mucho batallar, por fin los vecinos de Montañana ven la luz al final del túnel, a finales de verano de 1884. Es entonces cuando se elige un terreno cuya propietaria era la Condesa de Bureta. Tras pagarle el monto acordado, en enero de 1885, la Corporación Municipal de Zaragoza aprueba el acuerdo suscrito entre la Cofradía y el Ayuntamiento.
Las obras se abordaron y por fin las familias de los fallecidos censados en Montañana pudieron respirar: ya no era necesario trasladar a sus familiar a Torrero o hacinarlos en un cementerio cuyo aspecto era cada vez más decadente. Al hablar de los deterioros de los cementerios, hay que insistir en la necesidad de mantenerlos y dotarlos de elementos de calidad: ello tanto en aquella época como actualmente. Sin duda, los actuales materiales son más propicios para aguantar el tiempo, aunque también los hay que se deterioran tan rápidamente o más que se estropeaban los antiguos. Cuando un familiar quiere depositar flores en la tumba de un ser querido, o simplemente estar meditando junto a su nicho, no desea verse rodeado de un ambiente desagradable. Por razones obvias los cementerios tienen su halo de tristeza, pero también deben tenerlo de serenidad y esperanza.
Los camposantos abandonados o no mantenidos, presentan tumbas rotas, nichos vacíos, estructuras de manzanas de nichos rotas, lápidas destrozadas y sus restos desperdigados… A veces, en los cementerios abandonados (aunque utilizados), los andadores no pueden siquiera llamarse así, pues están embarrados, tomados por las malas hierbas y la hojarasca. No solamente hay que guardar el debido respeto a los muertos, también a los seres queridos que van a rendirles homenajes en cualquier momento del día.
Volviendo a la historia del cementerio de Montañana, la Junta de la Hermandad de la población, se dirigió en 1903 al Ayuntamiento de Zaragoza para informarle sobre las necesidades del cementerio respecto al incremento de la población. Entre finales de siglo XIX y principios del XX, Montañana fue moderadamente industrializada, estableciéndose conocidas fábricas aún hoy en día, como la papelera. Por las exigencias de espacio, se establecen nuevas ampliaciones. Existen documentos gráficos que demuestran la ejecución de obras en el Cementerio de Montañana en 1927, concretamente en su zona sur.
Una de las mejores pruebas gráficas de la actividad de rehabilitación que se estaba llevando a cabo en el camposanto, es la fotografía aérea realizada ese año por la Confederación Hidrográfica del Ebro.
Tras sucesivas concesiones y rehabilitaciones, el cementerio ha llegado hasta nuestros días en relativo buen estado, si bien muchas de las antiguas unidades de enterramiento se han perdido para siempre. La pérdida de las tumbas y el testimonio inscrito en las lápidas, así como el deterioro de la ornamentación de los conjuntos, equivale en parte al deterioro de la ciudad de los vivos. Toda ciudad, barrio o pueblo merece un cementerio en buen estado, respetado y limpio. Hoy en día, algunas de estas condiciones se han cumplido, especialmente gracias a los vecinos y ciertas autoridades que han jugado un importante papel para evitar la degradación del camposanto. En cuanto a datos técnicos, diremos que este cementerio posee una planta rectangular de respetables dimensiones, además de un área adyacente en la zona sur.
Como hemos dado antes a entender, el buen mantenimiento de los cementerios parte del cuidado de las autoridades, pero también de los buenos materiales con que se constituyen lápidas y otros elementos funerarios.
Los dos materiales más frecuentes para la construcción de las actuales lápidas son el granito y el mármol, aunque esta última piedra es mucho menos utilizada dado que soporta peor el paso del tiempo y las condiciones meteorológicas. Hoy en día, se prefieren materiales de granito mejorado, esto es, asociado a resinas con revestimientos para una mayor durabilidad. En este caso, soportarán mejor los repentinos cambios de temperatura, la continua humedad y todos los factores que, normalmente, degradan los elementos funerarios exteriores.
En cuanto a la estética de las lápidas de granito, puede ser muy versátil. Tanto el Cementerio de Montañana como otros de Zaragoza, deben hoy en día equiparse con materiales que aguanten tanto el paso del tiempo como los ocasionales actos vandálicos.