Cementerio de San Juan de Mozarrifar

El arte funerario también está presente en el cementerio de San Juan de Mozarrifar, otro de los camposantos zaragozanos en los que puede leerse parte de la historia de la ciudad.

Cementerio de San Juan de Mozarrifar

San Juan de Mozarrifar, situado en la margen izquierda del Ebro, se halla a tan solo 7 kilómetros de Zaragoza.

En realidad, no habría que hablar del cementerio del barrio, sino de los tres cementerios que a lo largo de su historia han surgido, han ido deteriorándose, modificándose, mejorándose, ampliándose, rehabilitándose… El primero de los tres cementerios tendría su origen en la parroquia de San Juan de “Mozarrifal”, antiguo templo que abriría sus puertas al público ya en el siglo XVIII. Fue precisamente en este siglo cuando se produjo la creación del cementerio contiguo. En todo caso, el cementerio tal y como lo conocemos hoy en día parte de estas fechas. Estaba situado al lado de la iglesia, sobre el conocido como “Corral de la Casa Vieja”.

Como en otros casos, el siglo XIX fue determinante en cuanto a directrices sobre camposantos. Los enterramientos no podían seguirse produciendo en el centro de los núcleos urbanos, que es precisamente donde estaban las iglesias. Este siglo fue pródigo en exhumaciones y posteriores inhumaciones en nuevos cementerios, y San Juan de Mozarrifar no fue la excepción.

Así pues el segundo cementerio (más tarde conocido como “cementerio viejo”), se planea en torno a mediados de siglo XIX, siendo encomendada su construcción al arquitecto José de Yarza Miñana. La extensión era ya de unos 800 m2 y poseía una valla de más de 2 m de altura. El párroco de la localidad era quien se encargaba de la administración de este segundo camposanto.

Sin embargo y como sucede con la historia de pequeños y grandes cementerios, la decadencia se adueña por temporadas de ellos, temporadas más o menos breves tras las cuales suele llegar una nueva rehabilitación. Los decenios 70 y 80 del siglo XIX no fueron buenos para el cementerio de San Juan de Mozarrifar, habiéndose deteriorado en extremo. De ello da cuenta el alcalde de San Juan, quien hace saber a las autoridades de Zaragoza la ruina en que cae el camposanto. A este respecto, hay que decir que en aquellos tiempos y sobre todo en poblaciones humildes o, mejor dicho, en unidades de enterramiento humildes, los materiales utilizados eran muy pobres. Las areniscas de poca calidad o los mármoles caros pero sensibles al tiempo, hacían que este se cebase en ellos cuando pocos o nadie los mantenía. Las raíces de la vegetación, los líquenes y los hongos hacían el resto, proporcionando un ambiente macabro más que plácido y tendente a despedidas y homenajes espirituales y serenos.

Otra vez es el arquitecto Ricardo Magdalena quien se hace cargo de la rehabilitación y expansión del cementerio. En agosto de 1890 empiezan las obras, en las que asisten los vecinos en la medida de sus posibilidades. Una vez finalizadas, los parroquianos pudieron observar un nuevo depósito de cadáveres con mesa dotada de dosel, todo ello en tapiz negro. Además, ornamentación acorde al lugar venía a cubrir un hueco importante para la mejora del camposanto. En la capilla, se instaló una mesa altar con frontal, además de un crucifijo tallado, creación del escultor Manuel Miguel.

También como ocurrió en otros cementerios aragoneses y españoles, a finales del siglo XIX se planteó el problema de los enterramientos no católicos. Las autoridades eclesiásticas, en algunas ocasiones, litigaban con ayuntamientos o entidades administrativas para que no fueran enterrados en los cementerios cuerpos, por ejemplo, de personas que se habían suicidado o que pertenecían a otras confesiones religiosas. La confrontación se solventó con la creación de cementerios civiles dentro de los tradicionales (en los que la tierra estaba consagrada). En el caso de San Juan de Mozarrifar, las cosas no fueron exactamente así, sino que, al contrario de otros muchos casos, la necesidad de construir un área de enterramiento civil dio lugar al establecimiento de un nuevo cementerio. El tercero y definitivo. Esta vez fue obra del arquitecto José Yarza Echenique, en 1915, y no sería hasta 1918 hasta cuando acabarían las obras. El aumento de luz solar en la capilla, el enlucido de los muros y la dotación de elementos ornamentales, completaban un conjunto en el que se procuró una idónea distribución, teniendo como siempre en cuenta las futuras necesidades de ampliación.

Otra fecha importante para el cementerio de San Juan de Mozarrifar fue 1931. En este año se constituyó la Asociación de Vecinos del Barrio de San Juan de Mozarrifar. Una de las finalidades de esta asociación era la de mejorar el cementerio y evitar que cayera en el deterioro, para lo que se presentó un “Reglamento para el Cementerio”. Este documento reflejaba, entre otras cosas, que debía elegirse una junta que se ocupase de la gestión del camposanto. A principios de 1932, comenzaba la construcción de la primera manzana de nichos.

Durante un tiempo coexistieron el cementerio nuevo y el cementerio viejo, este último aún conservando los restos de muchos inhumados. Según ciertas fuentes, es a partir de 1950 (probablemente en 1951) cuando se procede a la exhumación de los cuerpos del camposanto antiguo, trasladándose al nuevo y reubicándose en tumbas o nichos.

El camposanto fue manteniéndose en un estado relativamente parecido hasta los años 80 del siglo XX. Ya en 1982 lo gestionaba el ayuntamiento del barrio mediante una junta de vecinos. Entre las mejoras con que fue ganando reputación, figura un espacio para los vecinos de San Gregorio, que carecen de cementerio propio. La unificación espacial es una de las características del actual cementerio de San Juan de Mozarrifar, de planta rectangular y una superficie total de 3.904 m2. Una vez traspasamos el portón con portada decorada con filigranas de hierro, nos hallamos en el andador principal que nos conducirá al centro del camposanto.

Hay que incidir en que muchos factores se combinan para que el cementerio de una localidad se conserve o, por el contrario se deteriore. La actitud de las autoridades y los ciudadanos tiene mucho que ver, pero también las empresas de servicios fúnebres. Estas deben proporcionar productos de calidad para que, en poco tiempo, no sean erosionados. La erosión de las lápidas, la disgregación de la piedra de los panteones o los nichos, debe evitarse mediante la dotación lápidas de granito de última generación, de mármoles tratados o de productos en los que se combinan resinas para convertirlos en más resistentes al paso del tiempo y la climatología.

Como hemos dicho al principio, el cementerio de San Juan de Mozarrifar también esconde arte funerario. Hay varios ejemplos, pero quizá el más impresionante sea el panteón ideado por el arquitecto Regino Borobio inspirándose en ejemplos del cementerio de Torrero, con piedra vertical que contiene una escultura en relieve de gran belleza y cuyo autor no conocemos.

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